Los embarazos denominados “molares”, son producidos por una alteración genética que ocurre en el momento de la fecundación. El óvulo y el espermatozoide se unen aportando cada uno la carga genética que le dará al bebé rasgos de la madre y del padre y una placenta normal.

En algunos casos, el óvulo no aporta su carga genética y se forma únicamente tejido placentario anormal, y este se denomina embarazo molar completo o mola hidatidiforme completa. También puede ocurrir que dos espermatozoides fecunden a un óvulo y la mayor carga genética es derivada del padre, generándose el embarazo molar parcial o mola hidatidiforme parcial. Estos embarazos deben ser interrumpidos una vez que se cumpla con todos los exámenes para su diagnóstico. Las mujeres que hayan tenido un embarazo molar deben ser evaluadas por protocolo estricto de seguimiento debido a que un porcentaje de ellas puede desarrollar una enfermedad maligna conocida como Neoplasia Trofoblástica Gestacional (NTG), que es un tipo de cáncer muy agresivo y curable si es diagnosticado y tratado a tiempo.

El embarazo molar no es sinónimo de cáncer

No todos los embarazos molares se transforman en neoplasia, es decir, no todas las pacientes que hayan tenido un embarazo molar (parcial o total), van a desarrollar cáncer. En los casos de molas completas, entre un 20% y 30% puede desarrollar una neoplasia, es decir, de cada 10 embarazos molares, 2 o 3 pueden desarrollar cáncer. En el caso de molas parciales, el índice es más bajo, entre 1% y 5% de pacientes diagnosticas derivan en una NTG.

La importancia del control prenatal

Es importante que acudas en etapas muy precoces a tu primer control una vez sospeches que estas embarazada, para detectar rápidamente algunas de estas alteraciones en el curso del embarazo o la aparición de síntomas o signos anormales; estos orientaran a tu médico especialista a realizar un diagnóstico a través de exámenes como la determinación de los valores de la hormona gonadotrofina coríonica o hCG y el examen de ultrasonidos.